Trec: pues Jorge estaba escribiendo esto, pero ya nos vamos asi que no se ni que dice, pero aqui lo pego, espero que lo terminemos al rato que regresemos de ver Leones u otros pequeños animales….
Primer post de Jorge blogueando….
Son las 3 de la tarde en la mayoría del continente Africano cuando me tomo unos minutos para comenzar a describir el viaje que emprendimos Carlos y yo el sábado a las seis de la tarde desde la Ciudad de México. En este momento se cumplen veinticuatro horas de estancia en Ulusaba, una reserva privada de Gaming (al parecer la palabra significa “Safari” entre otras cosas), por lo que prácticamente conocemos ya la rutina en este hotelito que consiste de dos safaris diarios y una caminata intermedia, todos oportunamente interrumpidos por pequeñas botanas e intercalados con excelentes comidas.
Iniciemos allá, en la Ciudad de México hace veinticuatro horas donde después de felicitar a Paulina por sus treinta años, dejamos su casa en el sur de la ciudad a tiempo para llegar al aeropuerto Benito Juarez con dos de las tres horas requeridas por la aerolínea para registrarnos en el vuelo directo de Iberia hacia Madrid, el primero de los tres tramos necesarios para llegar a Ulusaba. Después de una documentación sin incidentes, gracias a la oportuna selección de asientos realizada por Carlos en internet, esperamos cómodamente en una de las salas de Priority el abordaje de nuestro avión. Los empleados de Iberia en México fueron bastante eficientes en completar el proceso justo al minuto marcado en el pase de abordar como “hora de abordaje”, situación que pudiera volverse confusa y peligrosa para cualquiera de nosotros acostumbrados a llegar un poco tarde a nuestros vuelos. A partir de las nueve de la noche del sábado inician las primeras diez horas de vuelo, el avión completamente lleno con gente de todas las nacionalidades, principalmente europeas, es algo antiguo e incómodo. Antiguo porque no tiene pantallas de plasma ni una presentación muy agradable e incómodo por el poco espacio entre los asientos de la clase turista, ni hablar de la atención de las señoras españolas de entre cuarenta y sesenta años que muy al estilo de sus connacionales son directas y por que no decirlo, para nuestra forma de ser, groseras.